En 2009 se procedió al desencalado del interior de la paradigmática iglesia de San Miguel de San Esteban de Gormaz. El resultado de dicha intervención, todavía en curso, ha excedido las expectativas iniciales.
No sólo se ha podido recuperar el revoco románico que cubre prácticamente todo el templo, sino que sobre él apareció una constelación de inscripciones incisas de muy variado tipo. Se trata de grafitos geométricos, vegetales, figurativos (humanos y animalísticos) y textuales. Junto a ellas, la figura de un guerrero con espada y escudo, de gran formato, tres personajes de difícil identificación señalando a un punto, rostros esquemáticos, pájaros, cérvidos… a las que hay que añadir un conjunto de inscripciones de los siglos XI y XIII, algunas de ellas funerarias.
La mayor importancia radica en su concentración en una franja perimetral a lo largo de toda la nave a unos cuatro metros de altura, que documenta la existencia de una estructura estable, mantenida durante bastante tiempo a juzgar por las dataciones, y contemporánea a la erección de la iglesia (ca. 1070). La piel que habla y que, paradójicamente, a través de su mensaje epidérmico desentraña la intención estructural de los artífices de la construcción.
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